Los lenguajes desde la torre de babel han pasado a ser lenguas muertas. Todos ellos. Un idioma no está vivo porque se añadan palabras sino porque sus palabras tienen vida.Como las células de un cuerpo.
Antiguamente la palabra estaba tan viva que hasta el último momento no se ponía las vocales ya que estas las brindaba el universo en el mismo momento que uno las pronunciaba. Y eso les daba la vida…Aquí y ahora en su estructura fundamental se comunicaba con el ropaje del presente. Como un mandala que uno borra al terminar.
Allí el presente que nos regalaba la transmisión oral. Más adelante con necesidad de generalizar la comunicación, esos valores se perdieron y las palabras fueron vulgarizadas por comodidades o lo que cada uno se pueda imaginar.
Hoy nos queda palabras finitas que por mucho que queramos definir con su sentido académico, educacional o cultural, solo crean confunciones, malos entedidos o peor ya no tienen sentido común, principio de la comunicación o creencia que lo que quiere nombrar esa palabra no existe. Dejando huerfana la esperanza y olvidando que rio que suena, agua lleva
Pero como pulgarcito, cuento por cierto esotérico como tantos, hemos dejado huellas.
Y esas huellas están tan a la vista que los corazones de niños pueden ver… Sin sentido figurado, sin complicaciones, sin literatura o filosofía y menos religión.
Por ejemplo:
Felicidad: Fe-licitat
Sacando la connotación religiosa de la religión católica, nos encontramos con la confianza y lo lícito.
Es decir una confianza lícita que solo entonces puede derivar de la experiencia.
Todo lo vivido entonces solo puede traer felicidad nos guste o no.
El diccionario vivo.
Cristina Aurora – Médica del Alma.
Curso de Bioalineacion.
BioAlineación - Medicina del Alma 