Recuerdo…Me recuerdo sentada.
No te creas, no era en un paraje de vistas infinitas, donde el alma puede extenderse a sus anchas sin límites de asfalto. Donde el aire que uno respira es profundamente nítido y entra como agua hacia los pulmones y de pura satisfacción dejas que se te llene el cuerpo entero, sintiendo como cada ser, de tu inmensidad interior se recolija y si soñara… aplaudiría.
Un lugar de estos que te deja sin habla, porque en él, la palabra aun no ha sido inventada, más que en el sonido, al estado puro de su expresión, en la mañana de cualquier creación. Recuerdo…
Podría contar que ese lugar es ancestral e inexplorado por tiempo y es el deseo escondido de todo buscador de tesoro interior, a la merced de la ambición de cualquier mapa para llegar a él. Siento… siento decírtelo así, pero no.
También podría decirte que… cantos angelicales y bellos personajes de luces hermosas se presentaron en él y que sublimada, me vi transportada a miles de dimensiones inexplicables, donde me prometieron la vida eterna sin esfuerzo alguno, mas… que… adorarlos y pedirles que hicieran por mí lo que yo no hago. No.
¿Que mas podría decirte para adornar ese momento inolvidable de encuentro sorprendente y tan real, que mi cuerpo registra aun la transformación que produjo la experiencia, desde mi alma a mis células todas?
Podría decirte que no se qué sucedió, que debí tomar alguna sustancia de estas que te sacan de una dimensión para transportarte a otra, forzando la experiencia, estando preparada o no, y sencillamente, no habiendo aprendido aun a vivir en una, me fui a explorar otra, perdiéndome en un labirinto de inmaterialidades y fantasías hasta la próxima existencia. Pero tampoco.
Solo sucedió… Y en la terraza de una cafetería corriente, como la que hay en cualquier sitio. Era por la Tarde a eso de las seis, como son las seis a finales de primavera o era otoño… Solo sé que en la tienda de al lado sonaba unos cantos indios, de esos que parecen salir de lo más profundo de la Tierra y que alguien frente a mi me hablaba. ¿Parecía India? Puede. Ella hablaba, pero no puedo recordar que decía, solo al final, la oía preocupada:
¿Que te pasa…oye, oye, estas bien?
Podía haber contestado nunca he estado mejor, pero no salía de mi asombro…
Nos habíamos sentado las dos a charlar un rato, no me acuerdo de que exactamente, alguna cosa que ella quería que le ayudara a resolver compartiendo. La conocía desde chiquita, nunca me había fijado tanto en su aspecto Indígena. Sin embargo se suponía era de aquí, de Cataluña.
¿Como había sucedido, el y yo, o solo era yo?
De golpe la mirada inmensa, sentí el aleteo de unas alas pesadas nadando un elemento que no recordaba haber explorado así, el palpitar en mi pecho emplumado, retumbando como si nada a medida que mis ojos escrutaban el suelo, a una distancia increíble, haciendo un planeo en circulo suave pero preciso, firme y contundentemente diestro.
A lo lejos, un árbol, ofrecía sombra, y en un instante, las garras se cerraron sobre una rama que del peso fue zarandeada mientras mi cuerpo recibía el impacto, entre expectativa del impulso y sorpresa de la resistencia de la madera, volvía a la silla, donde me llamaban a lo lejos, mientras iba asimilando que entre tú y yo, si es que hay algo, no puede ser más que el espacio insospechado de ese Amor transparente que lo une TODO.
Lo que no sucede en vidas, o en años, en un instante de orgasmo interior, surge de la nada y da nacimiento a miles de posibilidades.
La perspectiva incondicional de unidad quedo desvelada.
Podría contarte que esa ave… pero no.
Cristina Aurora Asensio Abou.
21 de Junio del 2012 – Cuaderno a mis antepasados.
BioAlineación Medicina del Alma 