Abuela, abuela, sollozaba la adolescente subiendo a toda prisa la escalera, para echarse en las faldas de su abuela que la miro acogedora.
“¿Qué paso, Cariño?”
“Mi novio ya no me quiere, hemos discutido”
“Bueno, esas cosas pasan, sabes…”
Pero abuela él era…
“¿Cómo podías saber lo que él era para ti y lo que sería en un futuro…? Aun acabas apenas de darte cuenta que no es en estos momentos. ¿NO?
La niña se seco de pronto las lágrimas y se quedo atónita ante la sorpresa de la pregunta…
¿Pero yo lo quería, abuela?
¿Y ya no le quieres, dime? ¿O simplemente tu visión sobre él es distinta ahora y puede que entre vosotros se de otras situaciones?
Te contare una historia:
“Se paseaba la ternura, aquella tarde por el parque solitario del pequeño pueblo, la fiesta mayor había terminado y aun los resquicios de la energía alborotada paseaban por allí, no indiferente a dos viejitos, sentados en un banco mirando en el mar sus horizontes juntándose en sus manos inseparables.
“¿Hubieras tu dicho, que pasaríamos tanto tiempo juntos? “
“No, no lo llegue a pensar siquiera, no tuve tiempo, estaba en lo bello que era lo que sentía por ti y lo bien que me hacia tu compañía, hasta entonces no sabía de eso y me tubo ocupado el agradecerlo cada día que pasaba.”
“¿Te acuerdas cuando todos buscaban su princesa y su príncipe y nos perdimos en aquel bosque, aprovechando el despiste?”
“Algo de esto me acuerdo, jajaja, nosotros nos fuimos y no volvimos a esos menesteres pues esas cosas solo se saben una vez consumidas, así que nos fuimos a estar juntos, ahora… ¿aceptas ser mi princesa, Bella Dama y puedo ser yo tu príncipe?
“¿Crees que hicimos lo correcto?”
“¡No! No comimos perdices, pero estuvimos juntos media vida y perduramos en la bellísima doncella que se esta desarrollando allá, señalando del dedo a su nieta haciendo castillos de arena, jajaja”
Sus ojos se juntaron, humedecidos, y juraría que el sol, de la tarde, se hizo más brillante.”
Hija…Ya tu eres a ti sola, el Amor de muchos, acuérdate no necesitas a nadie, pero bueno es compartir la vida, al paso de cada día en la inocencia del mañana, que así, no deja de ser una sorpresa cada día.
En el ocaso de la vida, solo allí, sabrás levantar el velo del que es tu amado, por la certeza del acontecer de la bendición de la evidencia. Entonces el agradecer se hará tu pan de cada día y todo lo demás quedara como borroso caminar hacia el Sol del atardecer, que sonriente, os devolverá la mirada.
El Novio-a de todas las Hijas e hijos del Sol, Ebra del Gran espíritu se hara Presente.
«Abuela, ¿donde esta ahora el abuelo?
La mujer extendio la mano izquierda y dijo : «Aqui, hija, aqui.»
Un Anciana.
(A mi madre, a mis Hijas y familia humana – 12/08/2011 – a una lluvia de estrellas)