La auto estima se fue un domingo a pasear y le costó volver.
Agarro poca maleta, miro hacia atrás y se fue, caminando sola, por el descampado
De la soledad, herida por ella misma cuando se miro al espejo y no vio nada.
No le quedaba visibilidad y es que casi completamente enroscada en sí misma, poco veía.
¿Que te ha pasado?, le pregunto el espejo.
No sé, dijo ella.
Anda, que si no lo sabes tú… ¿como te lo voy a reflejar yo?
Se rasco la cabeza y se puso a llorar… no sé como ocurrió, me fui empequeñeciendo y cuando me fui a dar cuenta era muy tarde.
Lo siento, le dijo el espejo, aquí no existe el tiempo, es mas, tampoco el espacio, así que no entiendo lo de Empequeñeciendo.
Quiero decir que yo, no soy lo suficiente para ser algo.
Ah! Dijo el espejo y que te gustaría ser.
No sé, dijo secando una lágrima.
Anda, que si no lo sabes tú…. ¿Cómo te lo voy a reflejar yo?
Es que yo quería ser algo pero no me dejaron.
Ah! Vaya, son más que tú en ti, es raro tampoco estos aparecen en mi reflejo. Dijo el espejo sorprendido.
Bueno, es que… no era tan importante.
Ah! ¿No es por eso que llorabas?, esto es muy extraño.
Bueno es que… ¿quien soy yo para querer ser algo?
No sé, dijo entonces el espejo, pero ya que te reflejo algo, te importaría limpiarme un poco. Allí hay un paño.
…. Gracias, dijo el espejo, ya creía que era yo, el que ya no cumplía con su función, ¿puedes verte ahora?
NO, pues claro, me tienes que mirar desde el otro lado, por donde reluzco, estabas viendo mi espalda. Que tal ahora, en mi reluciente faceta.
Ahhhhhhhhhhhhhhh! Eso soy yo? Pero si no se ve nada, estoy deslumbrada.
Anda, anda, dame la vuelta de nuevo, que mejor te miras en mi espalda, hasta acostumbrarte a ti misma. Que el lunes te esperan de vuelta a casa.
Cuentos de medianoche – una anciana.